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MARGARET MEAD Y LIZZIE PALMER: ¿La guerra es una invención o es una necesidad biológica?

11/07/2012

Por Carlos Hernández Soto

Margaret Mead

En 1940, durante la segunda guerra mundial, la célebre antropóloga norteamericana Margaret Mead publicó un artículo en el que defendía que la guerra no es una necesidad biológica del hombre sino una invención del mismo.  El escrito se dio a conocer en Asia, 1940, vol. 40, No. 8, 402-405. Aunque se publicó en 1940, aún hoy día tiene una gran vigencia.

William James, en su ensayo The Moral Equivalente of War, admite el supuesto básico de  que la naturaleza humana es belicosa, competitiva y agresiva, y, por consiguiente, los que deseen eliminar la guerra o la competencia, deben simplemente encontrar  formas nuevas, socialmente menos destructivas, para expresar su índole belicosa e inclinada a la competencia.

Otros, según la antropóloga, sostienen que la guerra es la inevitable  consecuencia de del desarrollo del  Estado, de la lucha por la tierra y los recursos naturales de las sociedades de clases que surgen no de la naturaleza del hombre sino de la naturaleza de la historia. En consecuencia, la guerra es inevitable, a menos que cambiemos nuestro sistema social y aniquilemos las clases, los conflictos por el poder y la propiedad.

Una visión diferente es la de quienes afirman que toda agresión proviene de la frustración de los impulsos del hombre biológicamente determinados,  y como todas las formas de cultura están condenadas al fracaso, cada nueva generación será agresiva y la agresión encontrará su natural e inevitable expresión en la guerra de razas, en la guerra social, en la guerra nacionalista y en otras formas de guerra.

Finalmente, Margaret Mead sostiene un punto de vista menos derrotista que el primero y el tercero y, según ella, más exacto que el segundo, esto es: que la guerra, entendida como un conflicto organizado entre dos grupos (con aliados o sin ellos) para luchar y matar, es una invención como cualquier otra invención según la cual ordenamos nuestras maneras de vivir,  como casarnos,  cocinar los alimentos al fuego en lugar de comerlos crudos, saludar estrechando la mano o haciendo una reverencia, enterrar a los muertos (o cremarlos), celebrar cultos de acción de gracias, etc.

Niños iraquíes

Mead subraya que nosotros tendemos  a creer que las invenciones más extendidas,  como algunas  mencionadas (el matrimonio, el uso del fuego), son atributos de la humanidad; pero no es así. Estos usos no existieron siempre en la humanidad. El ejemplo de la guerra -expresa la antropóloga- es mucho más claro, porque hay pueblos que aún no la conocen, como los esquimales y los lepchas de Sikkin. En esos pueblos falta la idea de la guerra, y la idea de la guerra es tan esencial para hacerla, como la idea del alfabeto o el silabario para escribir.

En algunos pueblos la guerra no es lucha armada sino que asume la forma de un juego en el que los individuos pueden ganar distinciones que les proporcionan prestigio ante los ojos de las personas de su propio sexo o del sexo opuesto.

En conclusión, la guerra es una invención, no es una necesidad biológica.  Pero ciertamente es una invención conocida por la mayoría de las sociedades humanas. Mediante ella «se permite a los jóvenes acumular prestigio, vengar su honor, adquirir botín, mujeres, esclavos, tierras, ganado, apaciguar el deseo de sangre de sus dioses o bien calmar el desasiego de los que han muerto recientemente». Sabemos que eso no ocurre solamente entre los pueblos que alguna vez hemos llamado «primitivos» o «atrasados». Conocemos de la rapacidad de las naciones colonialistas y de las  grandes potencias modernas. Entre ellas es patente su voluntad de dominio.

Pero al fin y al cabo, la guerra es una vieja invención. Como tal, las sociedades se resisten a abandonarla fácilmente. Por sus consecuencias negativas y espantosas,  la guerra es una pobre invención. Por eso la gente debe reconocer los defectos de esta vieja invención  y crear una nueva.

De ahí la necesidad de la propaganda contra la guerra, de la documentación sobre su costo cuantioso  en sufrimientos humanos, devastación psicológica y social, dispendio de sumas incalculables que deberían invertirse en alimentos, educación, salud y otros servicios básicos, incluyendo el disfrute de bienes culturales y el cultivo del espíritu.

Si la humanidad quiere pervivir, debe convertir la guerra en una nueva invención, tal como ocurrió, por ejemplo, cuando se dio el paso del arado al tractor, del burro a la motocicleta, del  caballo al automóvil, de la lámpara de aceite o kerosene a la electricidad, del globo aerostático al avión. Lo que hemos hecho, en cambio, es pasar de la guerra con flechas, lanzas espadas y caballería a la guerra con tanques, aviones  y bombas (incluyendo las atómicas) , y modernamente, a la guerra con misiles y armas químicas e inclujso la amenaza del guerra nuclear. Estamos al borde de la autodestrucción.

En este contexto, Lizzie Palmer, una adolescente estadounidense de apenas quince años, ha elaborado y subido al Internet, en YouTube,  un formidable video que ya está logrando un tremendo impacto en contra de las guerras protagononizadas por su propio país, Estados Unidos de América.  Este es el link del video:

http://youtube.googleapis.com/v/ervaMPt4Ha0%26autoplay%3d1

No se lo pierdan. Lizzie es el palpitar del «pueblo» norteamericano y de los pueblos del mundo que aspiran a vivir en paz y concordia. Lizzie es  signo de nuestro tiempo.

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